lunes, 25 de noviembre de 2019

Obras clásicas que siempre están de actualidad



¿Sabes que algunos de tus personajes de ficción favoritos tienen un alter ego en los clásicos de la literatura?. Bueno... al menos alguien que afronta las contingencias de forma parecida y tocan temas mucho más cercanos de lo que a priori imaginas, como la crítica social, la inadaptación o las discriminación de la mujer.


Tyrion Lannister (de Juego de Tronos) y Max Estrella (en Luces de Bohemia, de Valle Inclán)
 

Anakin Skywalker (de la saga La Guerra de las Galaxias) y Lázaro (en la novela picaresca anónima El Lazarillo de Tormes
 

Katniss Everdeen (de la saga Los Juegos del Hambre) y Melibea (en La Celestina, de Fernando de Rojas).
 

Busca otros ejemplos en CLÁSICOS LOQUELEO y, sobre todo, lee alguno de ellos

Rafael Sánchez Ferlosio

Hoy volvemos de las Islas Británicas a Hispania, tierra -como bien sabes- fértil en escritores, para hablar de Rafael Sánchez Ferlosio (1927-2019). Pocos son los alumnos que hoy lo conocen. Pero hubo unos años, allá entre las décadas de los 70 y 90, que fue muy leído por los bachilleres de primero y segundo de BUP, lo que hoy equivale a tercero y cuarto de la ESO. El motivo de que fuera tan popular no era tanto su laureada novela El Jarama (1956) -incluida siempre en todos los manuales de Literatura Española Contemporánea- como su primera novela, imaginativa y juvenil, en cuyo título, Industrias y andanzas de Alfanhuí (1951), ya resuenan, como homenaje, las aventuras de El Quijote.


La novela, como otras de postguerra ya famosas, La familia de Pascual Duarte o Los santos inocentes, está ambientada en Extremadura, aunque la acción discurra principalmente entre Guadalajara, Madrid y Palencia. La familia del autor heredó tierras en el término cacereño de Ceclavín y el palacete renacentista de los Duques de Alba en Coria, donde residió largas temporadas.

Alfanhuí cuenta la mágica odisea de un niño humilde que, tras abandonar la escuela por emplear un alfabeto indescifrable, huye de su casa y emprende su propio camino en compañía del gallo de una veleta, atravesando polvorientas veredas hasta encontrarse con su abuela Ramona. Cual moderno Lazarillo, se topa, mientras busca su destino, con personajes y objetos singulares: un maestro taxidermista, unas sillas que dan cerezas, don Zana “El marioneta”, un gigante generoso o un mendigo de cuyo hombro cuelga una hermosa flauta. De todos extrae una enseñanza, de modo que su azaroso peregrinaje se convierte, al mismo tiempo, en un viaje de superación personal. La obra termina, cuando pierde su nombre por el grito de unos alcaravanes que repiten incesantemente “Alfanhuí”, dando a entender que, ya sin él, se han terminado también la infancia y los contratiempos sufridos.
Industrias y andanzas de Alfanhuí. Y el corazón caliente. Dientes, pólvora, febrero.: Sánchez ...  

Sin más demora, traemos el comienzo de la obra:

"El gallo de la veleta, recortado en una chapa de hierro que se cantea al viento sin moverse y que tiene un ojo solo que se ve por las dos partes, pero es un solo ojo, se bajó una noche de la casa y se fue a las piedras a cazar lagartos. Hacía luna, y a picotazos de hierro los mataba. Los colgó al tresbolillo en la blanca pared de levante que no tiene ventanas, prendidos de muchos clavos. Los más grandes puso arriba y cuanto más chicos, más abajo. Cuando los lagartos estaban frescos todavía, pasaban vergüenza, aunque muertos, porque no se les había aún secado la glandulita que segrega el rubor, que en los lagartos se llama «amarillor», pues tienen una vergüenza amarilla y fría.
Pero andando el tiempo se fueron secando al sol, y se pusieron de un color negruzco, y se encogió su piel y se arrugó. La cola se les dobló hacia el mediodía, porque esa parte se había encogido al sol más que la del septentrión, adonde no va nunca. Y así vinieron a quedar los lagartos con la postura de los alacranes, todos hacia una misma parte, y ya, como habían perdido los colores y la tersura de la piel, no pasaban vergüenza.
Y andando más tiempo todavía, vino el de la lluvia, que se puso a flagelar la pared donde ellos estaban colgados, y los empapaba bien y desteñía de sus pieles un zumillo, como de herrumbre verdinegra, que colaba en reguero por la pared hasta la tierra. Un niño puso un bote al pie de cada reguerillo, y al cabo de las lluvias había llenado los botes de aquel zumo y lo juntó todo en una palangana para ponerlo seco."


Puedes leer las primeras páginas de este libro en la web de planetalector

Por último, insertamos aquí un documental sonoro sobre la vida y obra del autor que Radio Nacional de España emitió tras su reciente muerte (1 de abril de 2019).