lunes, 30 de noviembre de 2020

Miguel Delibes


Retomamos de nuevo el hilo del laberinto de los libros, tras un año extraviado, huyendo del coronavirus. Aunque la pandemia no ha acabado, nos atrevemos a escribir para recordar al escritor Miguel Delibes (1920-2010), cuyo centenario celebramos este año. Su obra y personalidad bien merecen unas líneas, pues dio a los tórculos libros que sobrevivirán a los estragos que bacterias o microbios hayan de causar per saecula saeculorum. Encerró en ellos, además, un legado intelectual que seguirá persuadiendo a los lectores sobre la importancia del respeto a la naturaleza y a la dignidad humana, que es, en la práctica, un valor añadido a los méritos artísticos de su prosa. Como Benito Pérez Galdós y, más recientemente, Rafael Chirbes, Delibes escribió para concienciar y cambiar a mejor el mundo.

Delibes nació y murió en Valladolid. Fue catedrático de Derecho Mercantil, director del periódico “El Norte de Castilla” y autor de novelas realistas, de propósito social, que le granjearon prestigio internacional. No ganó el Nobel, pero estuvo hasta su muerte entre los candidatos.

De igual manera que Camilo José Cela y Rafael Sánchez Ferlosio, Delibes trató en una de sus obras, Los santos inocentes (1981), de Extremadura. En ella relata las condiciones infrahumanas de una familia de campesinos en un cortijo extremeño durante la década de los sesenta, sometida a la opresión de un señorito latifundista. Aunque es considerada por muchos lectores y críticos su obra cumbre, Delibes dedicó sus novelas y ensayos sobre todo a Castilla. Y, de hecho, la mayoría retratan con acribia el mundo rural castellano, que ha desaparecido ya y para siempre, salvo en las letras de sus libros.

Ocupan en su novelística un lugar destacado los niños. A través de su mirada inocente, Delibes presenta un mundo lleno de posibilidades que el devenir de la realidad, impuesta por los adultos, trunca. Es el caso de Pedro, un niño huérfano y pesimista, protagonista de su primera novela, La sombra del ciprés es alargada (1948), del travieso Daniel el Mochuelo en el El camino (1950) o del sabio Nini, el hijo del Tío Ratero, en Las ratas (1962).

La mayoría de sus novelas han sido llevadas con gran éxito al cine. No será difícil que encuentres, curioso lector, enlaces de ellas en el ciberespacio. No te dejarán indiferente y mucho menos su limpia y rica prosa, que te animo a leer con este hermoso botón de muestra de uno de sus últimos cuentos, Los nogales:

"Aquel año los nogales empezaron a cucar en la primera quincena de agosto. Era un fenómeno prematuro, casi insólito, y a Nilo, el joven, le placía tumbarse a la sombra de los viejos árboles a escuchar los livianos chasquidos, que eran, sencillamente, como una entrañable crepitación. A Nilo, el joven, le adormecían los imperceptibles crujidos del campo. Nilo, el joven, entendía que la obra de Dios es perfecta y que la mano del hombre, al entrometerse, no hace sino estropear las cosas: precipitar y corromper el curso preestablecido. A Nilo, el viejo, la actitud pasiva del hijo le removía los humores"

Si quieres saber más sobre su vida y obra -someramente aquí presentada- puedes escuchar este audio del programa Documentos RNE: