En La sangre está cayendo al patio (Random House, 2025), Elvira Navarro (Huelva, 1978) demuestra por qué es una de las narradoras más agudas de la literatura española contemporánea. La colección reúne nueve relatos en los que lo familiar se vuelve inquietante, la rutina se llena de fisuras y la fragilidad humana se muestra con una precisión casi quirúrgica. Cada historia tiene su propio ritmo, pero todas convergen en un eco compartido: lo aparentemente normal puede esconder dolor, abandono o violencia silenciosa.
Uno de los relatos más poderosos es “El recogedor de animales”, donde la lectura deja un malestar silencioso que recuerda casi al poderoso libro Desgracia, de Coetzee. Navarro construye la historia con una tensión que crece lentamente, hasta que el desenlace golpea con la fuerza de una verdad imposible de ignorar. La crudeza de la experiencia, la sensación de impotencia y la mirada despiadada sobre la condición humana producen un impacto que permanece, recordándonos la capacidad de Navarro para manejar finales como nadie: precisos, dolorosos y reveladores.
En “La lavadora”, la autora transforma un electrodoméstico cotidiano en una escena de terror doméstico. La narración alcanza un punto de intensidad memorable cuando escribe: “hundió en ella la mano y fue como remover tripas calientes”. Navarro brilla por la fuerza de sus imágenes. No necesita adornos para que lo que describe impacte; cada gesto, cada objeto, cada espacio transmite una emoción directa. En esta misma historia, la protagonista reflexiona que lo más descabellado a menudo es lo único cierto, y en esa frase se condensa la lógica interna de la colección: la verdad no está en la apariencia, sino en la fisura, en el detalle, en el instante en que lo absurdo revela la realidad. Las imágenes de Navarro son tan intensas que uno no solo las ve: las siente, y muchas veces, le duelen.
Un libro de cuentos excelentes para comenzar el otoño.

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