Crucigramas, dibujos, frases censuradas, tipografías, taxonomía, química orgánica, cartelería callejera... Esta novela es formalmente vanguardista de verdad, su estructura propone la divergencia centrípeta.
El tema es un espacio vacío que da lugar a las esquirlas de una
existencia, memoria, teoría, reflejo que aparece, desaparece, entra,
sale, no se explica y se siente. La conexión entre los cachos y la
lógica orgánica que imbrica con la idea biológica de lo vegetal, central
en la propuesta narrativa, tiene la forma de un rizoma deleuziano, pero
no aparece la palabra rizoma ni el nombre de Deleuze por
ninguna parte, y esto es algo que le agradecemos inmensamente al autor.
Tampoco aparece el nombre de Nicanor Parra, Juan Luis Martinez,
Alejandro Zambra, poéticas fuertemente presentes en el texto, formal y
estilísticamente, pero no como emulación, sino como tradición de la
vanguardia nacional y que se elaboran desde una escritura muy consciente
y formulada en su presente, pues seguramente en Chile, país de la
anti-poesía y La nueva novela, país de pura vanguardia, rigor y
experimentación en página, este texto no impacte tanto y resulte
coherente pero sí muy bien trabajado. (Esto me dicen mis fuentes
chilenas, que también vieron con buenos ojos esta novela debut). Pero
sobre la tradición literaria del país larguito y por qué es quizá la
mejor literatura en español actual.

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